Ich bin kalt

Tomás

Saturday, May 20, 2006

Murio la ilusión.


Tras esa mascara se escondía la belleza de sus ojos, la lujuria de su boca, la insensatez de sus pasos.
Mientras su sombra intentaba seguir sus latidos, sus manos comenzaron a balancearse al ritmo del llanto. Cada sollozo cada estimulo que hacia darse cuanta que su corazón no daba para tanto dolor. Sin embargo deseaba desde lo más profundo poder alcanzar lo que alguna vez sus brazos intentaron tocar.
El lamento inundaba las calles llenas de murmullos inconcebibles. Una vez mas la noche caía sobre él. Una vez mas la noche reprimía la felicidad de su canto.
Si corría era porque deseaba sentirse libre, escapar de lo que lo atormentaba. Pero la rabia y la decepción le gano, no podía mas, solo pedía que todo terminara.
Muchas veces deseo que su vida fuese como un cuento. Muchas veces deseo que todo nunca mas fuera lamento.
Pero jamás quiso tomar la decisión de terminar, de dejar de existir, de acabar con sigo mismo, de actuar como un cobarde.
Debió dejar inconclusas viejas yagas que aun no se serraban, para descansar, y tomar fuerzas para luchar una vez mas, para caer una vez mas.
Vagando por la inocencia de su alma se encontró con el peligro el que le advertía que nada era fácil, que la vida era un juego reiterativo.
Pero preso de su agonía no le hizo caso a lo que muchos le advertían.
Debía caer para aprender, debía renacer para creer.
Cuantas veces vio pasar frente a el aquel laberinto, que inevitablemente debió tomar. Cuantas veces sentía que no había salida. Sin embargo siempre estaba aquella luz que pronto lo salvaría.
Pero esta vez el vació fue mas fuerte y todo aquello que creyó capaz de hacer se derrumbo en sus manos.
Comenzó a caminar perdió y sumergido en sus pasos, en sus interminables pasos.
Murio la ilusión.